Como la sensación de hundir el pie en la arena blanda de la playa, en un día nublado de septiembre, cuando acaba de amanecer y la arena está fría. Como el cambio de estaciones presentido en una noche de otoño que predice el invierno y en una mañana de invierno que anticipa la primavera. Como un abrigo de lana y una copa de brandy en una noche fría de febrero.

Como el primer guiso de la temporada de guisos. Como el cambio de la carta en un restauranteque inaugura el otoño y que es sobre todo de otoño. Como el olor de las manzanas asándose en el horno en una tarde de noviembre. Como los aromas incipientes de la primera copa de un vino blanco que huele a manzanas y peras, y la última copa de un vino tinto que te vale como postre, como café y como todo.

Como una cena con champán y ostras. Como una celebración por algo especial o por algo que no lo es, tan solo que es viernes, o que es lunes y aun siendo lunes tienes ganas. Como la slow food y la slow life. Como todo lo slow en una vida exigente, pero excitante y estimulante.

Como el slow sex. Y también como el fast sex.  Como el deseo urgente de irte a la cama con ella y como el deseo minuciosamente trabajado en una noche con luna y con velas. Como un tirante deslizándose hacia abajo por el hombro desnudo de una mujer. Como un beso en los labios.

Como un papel en blanco y un lápiz afilado. O como una pantalla en blanco con el ingenio afilado. Como cualquier desafío, sobre todo si es intelectual. Como la expectación ante un proyecto nuevo o ante un viaje. Como el examen complacido de la habitación del hotel en el que vas a alojarte. Como una plaza o un mercado de abastos. Como una catedral. Como una terraza o un balcón con vistas.

Como un trabajo bien hecho. Como encontrarte con gente que sabe lo que hace, y que aúna profesionalidad y pasión en su labor, pero sin exageraciones ni aspavientos, gente que no se da importancia porque la importancia está en lo que hace.

Como el reencuentro con tus cosas cuando regresas a casa. Como el abrazo de tus hijos después de unos días sin verlos. Como su deseo desaforado de que juegues con ellos, cuando aún eres la persona más importante de sus vidas, y así te lo hacen sentir cada día.  Como el nerviosismo inesperado por la caricia de una mujer con la que llevas conviviendo media vida.

Como la sobremesa de los sábados de tu infancia, con tus padres y todos tus hermanos apretujados alrededor de la mesa de camilla.  Como las tardes de los viernes, cuando te hacías mayor esperando la hora del show de Bill Crosby Los problemas crecen. Como los chaparrones con granizada en una mañana de domingo, con toda tu familia calentita y en casa.

>Así es el blog que quiero hacer en este nuevo curso que acaba de empezar.

De nuevo, el placer es mío.