En estos días que vienen, y siempre, yo quiero ser un motivao, como ese amigo de mi hijo que es más bien torpón jugando al fútbol, pero se cree Messi y celebra cada gol que marca como si fuera el de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica, yo quiero ser un motivao como él y como todos esos niños que piensan que son los mejores regateando, y encestando, y cantando, y bailando, y dibujando, y escribiendo, y que levantan la mano aunque no sepan la respuesta, y que nunca fracasan ni tienen miedo ni vergüenza y que se despiertan cada mañana revolucionados, como si no fuera a haber otra mañana más en su vida, como si todo tuviera que pasar hoy y hubiera que darse prisa por apurar cada minuto y cada segundo del tiempo, como si el tiempo fuera mucho más valioso que el oro y el oro algo mágico, algo fantástico, algo irreal, algo tan preciado como una aventura, y tan precioso como un cuento de Navidad.
En estos días que vienen, y siempre, yo quiero ser un motivao, y entrenarme cada día para la alegría, como Paco Pérez Valencia, y mirarme al espejo y decirme, hoy vas a cambiar el mundo, y salir a la calle a seguir entrenándome como un Rocky Balboa de la felicidad, saltando, corriendo, esquivando, sudando y viviendo, instalado en el extremo opuesto a la ataraxia, turbándome constantemente, sufriendo por todo y disfrutando por todo, apasionado por defecto y sobre todo por virtud, buscando el placer constantemente, todos los placeres, alejado de los prejuicios, convencido de que la única verdad definitiva está en las personas, íntimamente unido a todos aquellos que dudan, y que no se ubican, o se ubican en diferentes sitios, y que pueden pensar mañana una cosa que no piensan hoy y que era tal vez lo contrario de lo que pensaban ayer, abiertos al cambio, motivaos por un mañana diferente, un futuro inesperado y deslumbrante, siempre mejor.
En estos días que vienen, y siempre, yo quiero ser un motivao y pensar que lo mejor de mi vida está aún por venir, y que lo bueno, lo bueno de verdad, llega a partir de ahora, en los cuarenta, porque es ahora cuando tengo la madurez y experiencia justas para sentirme experto y al mismo tiempo novato, y sé mejor lo que me gusta de verdad, lo que me motiva y me mueve, quiero ser un motivao de mis motivaciones, y pensar que mi mejor post, mi mejor artículo, mi mejor discurso, mi mejor presentación, mi mejor libro y mi mejor yo están aún por escribirse, porque yo lo escribo todo en mi mente, aunque no lo escriba, y que la vida que me queda después de mi padre, mi vida aún no vivida, va a ser memorable, porque va a ser digna de ser recordada, va a ser como meter un gol en el Pizjuán en el último minuto y que Nervión se ponga bocabajo coreando tu nombre.
En estos días que vienen, y siempre, yo quiero ser un motivao y creer que mis hijos van a ascenderme, no a descenderme, y que van a acabar de altos diplomáticos en la ONU, o de directivos de una gran multinacional, o exponiendo en el MOMA, o emprendiendo proyectos millonarios de celebridad y reconocimiento, o escribiendo algo como Conversación en la Catedral, y que van a hablar chino además de inglés y alemán, y van a tener unas novias de caerse de espaldas, y niños de anuncio que me van a dejar en fin de año para que ellos se puedan ir con sus parejas a follar como leones, quiero ser un motivao y pensar que todo va a seguir con ellos como es ahora, porque mejor es imposible, y que mi única huella en la vida, que son ellos, va a ser una huella formidable, una huella conmovedora, una huella de dos buenas personas, dos tíos decentes como sacados de una película de Frank Capra.
Y todos los días, pero en especial en estos que vienen, yo quiero ser un motivao y creerme que hace mucho, mucho tiempo, por estas fechas, nació un niño que era hijo de Dios, y Dios al mismo tiempo, pero tan humano que era el más humano de todos, y que vino al mundo entre gente humilde, y dedicó su vida a los demás, y que la principal enseñanza que nos dejó como Dios y como hombre fue que nos quisiéramos y que tratásemos a los demás como a nosotros mismos, y que le rezáramos llamándole Padre nuestro y pidiéndole fuerzas sólo para no ofender a nadie, y para perdonar las ofensas de los demás, quiero ser un motivao, e ir a la Iglesia de San Alberto a que me cuenten otra vez la historia más grande jamás contada, y ver Nacimientos, y rezarle al Niño Jesús del mío todos los días, y creerme lo que es difícil de creer, y hacer de lo increíble mi credo, y de mi vida algo increíble.
Para todos los motivaos como yo, Feliz Navidad.