Entrar en ti, pero no para invadirte, ni para aburrirte con mis temas, sino para conocernos, para mostrarte cómo soy y también para adaptarme a ti, sin dejar de ser yo.
Entrar en ti, o no entrar, si así lo prefieres, respetando tu distancia y tu ámbito de privacidad.
Entrar en ti después de rondarte con mil excusas: el amigo común, esa documentación que puede interesarte, un email ingenioso, el me gusta de tus comentarios, una sonrisa que es mucho más que un emoticono… y finalmente el inicio de algo.
Entrar en ti para entrenarnos, como gimnasia para ponernos en forma, o para ponernos a prueba, para desafiarnos y crecernos, y para estar a la altura de nuestras circunstancias,
>Entrar en ti con pasión, porque ha sido vernos y sentir un chispazo, apenas unos preámbulos que los dos sabíamos que eran eso, sólo preámbulos para entrar en calor.
Entrar en ti para vencer la rutina, incluso como rutina, o más exactamente como un ritual, como un ritual delicioso e impacientemente esperado.
Entrar en ti porque provoqué un incendio, quizá involuntariamente, y quiero pedirte perdón para evitar tu disgusto si estoy a tiempo, o para aliviarlo y redimir mis errores.
Entrar en ti como medicina para tus heridas o las mías, como bálsamo y como estimulante, para nutrir nuestras vidas y llenarlas de energía.
Entrar en ti por devoción y por placer, y porque existen las tardes de domingo.
Entrar en ti para celebrarte los éxitos, y los cumpleaños, y eso que te ha pasado tan divertido, entrar en ti para celebrarnos, y para celebrar que vivimos.
Entrar en ti para estar siempre juntos, o para encontrarnos ocasionalmente, o para no volver a vernos más, si eso es lo que en verdad deseamos.
Entrar en ti dispuesto a que me cambies, y a mejorar contigo, a ser más tú y menos yo, adecuándome a ti, pensando en ti.
Entrar en tu corazón, en tus necesidades, en tus motivaciones, en tus deseos, y que tú entres en los míos.
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