Estaba ahí, Dani, detrás del estrés, detrás de aquel resfriado que te jodió el nervio de la mano, y que te la dejó inmovilizada durante unos meses, la izquierda para mayor escarnio, tú que escribes, y piensas, y creas, como un zurdo, estaba ahí detrás del curandero al que acudiste desesperado, detrás de todas esas mañanas tecleando con la otra mano, como buenamente podías, haciéndote a la idea de que ya era para siempre, me ha tocado a mí y ya está, hay cosas peores, lo que tengo es que acostumbrarme, estaba detrás de tu aceptación de la adversidad, de toda tu capacidad de sufrimiento, de tu sentido de la superación, de seguir adelante como si todo siguiera igual en ti, de no pensarlo, o de pensarlo de modo que los demás no nos diéramos cuenta que sí lo pensabas, estaba ahí cada vez que te preguntaba y tú me cambiabas de tema, porque el tema te incomodaba, como te incomoda cualquier tipo de protagonismo, estoy bien, tú sabes, ahí vamos.

Estaba detrás de toda esa mierda, y detrás de la crisis, de los clientes que se fueron porque tuvieron que irse, porque se fueron al carajo por el hundimiento de su sector o porque directamente fueron a liquidación, y de los que se fueron por miedo o porque sí, a pesar de darlo todo para ellos, y de las horas de sobreatención mal remuneradas. Estaba ahí, Dani, detrás de la preocupación por el futuro incierto, detrás los desencuentros profesionales arreglados por la amistad, detrás de la tensión por ganar nuevas cuentas, detrás de toda la presión diaria, e incluso detrás de la frustración por ese examen de inglés que no aprobaste por muy poco, sí, tío, esto es lo que me faltaba este año, alguien me ha echado un mal de ojo, detrás tus maratonianas jornadas de trabajo, y de tu disponibilidad para atender dudas, para darme tu opinión, siempre la más valiosa, por favor, pásate por aquí, que necesito pensar contigo, y tú siempre, ahora voy, o espérate que estoy acabando una cosa, en cuanto termine me paso, pero nunca un mal gesto, ni conmigo ni con nadie, siempre accesible, el más cercano, el más humilde, el más querido.

Estaba ahí, Dani, detrás de tus desayunos con Pilaíta, de las bromas en el pasillo de Rubiales, nuestro jefe, con toda su arrolladora personalidad, de las cuestiones de programación dilucidadas con Esteban, de los criterios de diseño resueltos al pie del ordenador de Ernesto, de los videos revisados juntos, al lado de Fran, y del roce diario con todos los compañeros, con Laura, con José Antonio, con Herrera, con Caro, con todos los que allí trabajamos y convivimos, que somos más de treinta. Estaba también ahí, detrás de toda tu trayectoria y tu aprendizaje como consultor, detrás de tus viajes a Córdoba, y a Cádiz, y a Almería, y de nuestros viajes juntos a Morón, ¿te acuerdas?, estaba ahí, ya cuando Antonio de la Torre me dio tu teléfono y me dijo, llámalo, no sabe quién es el presidente del Santander pero escribe de puta madre, cómo lo echo de menos por favor, y de los primeros trabajos en El Monte, con Paco Pérez, y Mojarro, y Juan Vélez, y Rosa Santos, y más adelante Óscar Álvarez.

Estaba ahí en el primer café que nos tomamos juntos en la Plaza Vicente Aleixandre donde nos conocimos, y en tu novela Chatarra que ya entonces te había dado un premio. Estaba detrás del guión que de ella hiciste para un corto que fue preseleccionado para los Oscar, y detrás de las siete u ocho novelas que has escrito, casi todas con el reconocimiento de algún certamen, aunque la verdad es que llevo muy mal la cuenta de todas esas distinciones literarias, entre otras cosas, porque siempre te dio pudor incorporarlas en tu biografía profesional, Dani, por favor mándame una lista con tus premios, y tú, pero para qué, y yo, para ponerlo en tu currículo, y tú, no creo que sea necesario, estaba ahí detrás de esa humildad, y de esa incapacidad absoluta para hacer gala de tus méritos, ni de tu estatus, ni siquiera para defenderte, como cuando un cretino sugirió que tú no escribías bien, y yo le planté tu currículo literario en toda su boca, porque por supuesto tú hubieras sido incapaz de hacerlo.

Estaba ahí, Dani, detrás de los madrugones para ponerte a escribir, detrás de las dudas, de la tentación de dejarlo, no sé para qué hago esto, estaba ahí acompañándote en la penumbra de tu despacho, despegándose contigo de las sábanas, emborronando folios manuscritos, en tu vocación terca y superviviente, a veces tambaleante, pero finalmente en pie, despertada a las cuatro o a las cinco de la mañana por una alarma, por la urgencia de juntar palabras, obligándote a escribir en un estado de semiinconsciencia, como si estuvieras soñando, mandando sobre ti mucho más que tú sobre ella. Estaba ahí, Dani, detrás de tu prosa desatada e irreverente, liberada por la madrugada de las ataduras de tener que escribir para otro, rotunda como una luna llena, y como el vómito en un callejón después de una noche de resaca, fina y gruesa al mismo tiempo, poética y a la vez descarnada.

Estaba ahí, Dani, detrás de todos estos años escribiendo para ti y para otros, detrás de tu doble trayectoria en la literatura y en la comunicación, detrás de esa carrera bipolar hasta llegar a Todo está bien, la novela que unió tu dos personalidades enfrentadas, y que no estaba bien, sino de puta madre, como hubiera dicho Antonio. Estaba ahí, Dani, y detrás de Perrera y de los días del instituto, de tu profesora que te despertó la vocación de escritor, de tus amigos de toda la vida, y de tus cervezas con ellos, de las fotos gamberras del facebook, de las botas de tu infancia, y de la infancia de tus hijos, estaba detrás de las redacciones de Pablo que asombran a la maestra, y de aquel día en que te dijo que lo dejaras en paz, que él no quería ser escritor como tú, también ahí estaba, y en los ojos con los que Espe te mira, y en tus días de vino y rosas con ella en la Juncal, detrás de aquella noche que un tío entró en vuestra casa para robaros, y de la interminable colección de discos de grupos extrañísimos que vi en el salón de aquel piso, y sobre los que no había oído hablar en mi vida, y que hacían un ruido infernal cuando los llevabas puestos en tu coche para torturarme.

Estaba ahí, Dani, detrás de tu sensibilidad, de tu capacidad para ver lo que nadie ve, aunque todos lo estén mirando, detrás de tus poses cafres, y de tu capacidad de tomarte la vida a pitorreo, y sobre todo a ti mismo, detrás de tu bonhomía, que es superior a tu talento, por muy grande que éste sea, porque en realidad tu calidad humana es tu mayor talento, aunque esto me haya quedado un poco de coach, de frase enlatada y colocada en el twitter por uno de esos farsantes del buenrollismo motivacional de los que tú te descojonas en tu última novela.

Estaba ahí, Dani, a la vuelta de la esquina, no sé si esperándote ella a ti o tú a ella, porque ambos os andabais buscando.

Estaba ahí, hermano, ya la tienes, la gran ola, súbete a ella.