He estado en Lisboa (otra vez). No he podido (ni querido) resistirme. En realidad, es imposible resistirse a Lisboa, porque Lisboa es irresistible. Lisboa nunca es igual. Siempre te sorprende. Es una ciudad por la que pasan los años solo para hacerla más joven y arrebatadora. Lisboa, vamos, tiene un polvo. Metafórica y a veces literalmente hablando. En estas líneas, diez espacios que indiscutiblemente lo tienen. Unos han sido deslumbrantes descubrimientos de este verano. Otros, placenteras (más bien, lujuriosas) confirmaciones. Lisboa, en diez polvos.

1. The Insólito.- La terraza del restaurante The Insólito, en el corazón del Bairro Alto, justo enfrente del mirador de San Pedro de Alcántara, sólo que tres pisos más alto, lo tiene todo para que ir a cenar allí se convierta en una experiencia inolvidable. Tiene unas vistas memorables, al Castillo, a la Catedral y al Tajo, y a la propia rúa empinada de San Pedro de Alcántara cuando desemboca en Pedro V. Tiene un equipo de gente joven atendiendo de forma competente y desenfadada, pero guardando la distancia necesaria. Tiene un jefe de sala que sabe recomendar buenos vinos, incluso manifiestamente cojonudos. Tiene una cocina actual, rica y sin extravagancias. Tiene precios razonables. Y sobre todo tiene ambiente. Se respira buen rollo, y se está bien allí, rodeado de tanta gente con tantas ganas de disfrutar. De modo que en The Insólito se cena estupendamente, y eso ya lo saben muchos lisboetas, e incluso algunos turistas, pero lo que sabe menos gente es que allí se desayuna de escándalo. Levantarse temprano y desayunar en esa terraza entra en la categoría de placer de dioses. Huevos revueltos, jamón, café, zumos naturales, croissants recién hechos, mantequilla portuguesa y pan de semillas. El sol acariciándote y el silencio. La comprensión más cabal del concepto de civilización.

2. The Independente.- Desayunar en el Insólito es uno de los placeres reservados para los huéspedes del hotel The Independente Suites and Terraces. La localización soñada, a cinco-diez minutos de la Praça do Príncipe Real y de la Praça Luís de Camões. O sea, el verdadero centro de Lisboa, que no es la Avenida de la Libertad, no lo es para mí, desde luego, por mucho empeño que pongan las guías y las cadenas hoteleras. Vale que podría tener una recepción diferenciada a la del hostal para que pudiera aplaudirle hasta con las orejas, pero seguramente entonces ya estaríamos hablando de otros precios. Y estas suites no sólo tienen la localización soñada sino también el precio soñado. Con todo lo que realmente yo valoro en un hotel y nada de lo superfluo. No hay minibar, no puedes pedir que te suban un sándwich a tu habitación, no te hacen la pelota y no hay nada de lo que se paga y no se usa. En cambio, hay una cafetera y dos cápsulas de nespresso gratis cada día. Las habitaciones –y no sólo las habitaciones- tienen carácter y un interiorismo maravilloso, los techos son altísimos y los ventanales al Parque señoriales. La verdad es que no sé qué coño hago recomendando aquí este hotel, cuando lo que tendría que hacer es guardarme el secreto bajo siete llaves.

3. Terrace BA.- Sí, ya lo sé. No es ninguna novedad. Ya no sale en las revistas de viajes y estilos de vida, porque, es normal, lleva allí toda la vida, como quien dice. Pero siempre hay que revisitar a los clásicos, y la terraza del hotel Bairro Alto es el puto Homero de las terrazas, el clásico indiscutible, la terraza de Lisboa que nunca te puedes perder. No sé cuál es el secreto de su magnetismo, si sus vistas, las más cercanas y frontales del Tajo y de los tejados del Bairro Alto, o esa elegante serenidad que transmite al mediodía, que es sin duda cuando mejor se está. Tiene fama de caro, pero almorzar allí con un sanwich o una ensalada y esa limonada única que preparan con hierbabuena, a mí me parece un regalo.

4. Zambeze.- Imagínate un atardecer, con sol y con brisa. Imagínate las mejores vistas de Alfama, o una de las mejores. Imagínate unos amplios sillones de fibra con cómodos almohadones. Imagínate gente sin prisa, porque está de vacaciones o porque ese día está de descanso, y que va allí a relajarse y a dejar pasar el tiempo. E imagínate a ti en esa explanada, que es como se dice terracita en portugués, en una mesa a la sombra, a la hora en la que baja el sol, recostado en un cómodo butacón, oteando el horizonte mientras miras con el rabillo del ojo las piernas bronceadas o el escote de la preciosidad que tienes a tu lado. Eso es la terraza del Zambeze. Una sucursal del paraíso.

5. Pavilhão Chinês.- Otro clásico inmortal que es un puntazo, con sus salones temáticos sobredecorados y rozando el absurdo. En algún sitio he leído que es delirante, y sí, esa puede ser la palabra. Pero sobre todo, para mí, Pavilhão Chinês, es la demostración de lo importante que es tener un concepto. Si tienes un concepto, lo tienes todo. Sobre todo si luego eres coherente con ese concepto y lo desarrollas hasta sus últimas consecuencias. Y eso básicamente es el Pavilhão Chinês, un espacio lleno de cachivaches ordenados con coherencia, donde no hay un centímetro libre en las paredes. Un bar de copas diferente y con concepto. Lisboa, en general, es una ciudad con una idea y un discurso en el que se reconocen todos. Una ciudad que ha sido capaz de identificar su diferencia y sobre todo de ponerla en valor sin complejos y con orgullo. Una ciudad capaz de reinventar la propia noción de decadencia, convirtiéndola en algo extremadamente cool, una idea cargada de energía y vitalidad, sinónimo de innovación y creatividad desde el respeto a las señas propias de identidad.

  1. Jardim do Torel.-Increíble que, después de tres visitas, no lo conociera. Sin duda, uno de los secretos mejor guardados de Lisboa. Si espectaculares son las vistas, no menos recomendable es la subida, primero por la callejuela por la que transita el tranvía (Calçada do Lavra) y luego por las escadinhas que te aúpan hasta el Jardín, llenas de grafitis impregnados de auténtica filosofía. Quizá, el descubrimiento más gozoso de mi última visita a Lisboa.

 

  1. Landeau.-Dicen que el chocolate es afrodisiaco. La tarta de chocolate de Landeauno lo es, porque es directamente el orgasmo. No, en serio, no he probado nada igual, y, tratándose de chocolate, pruebo todo lo que encuentro. Encima, Landeau es un espacio acogedor donde puedes tomarte un buen café. El diseño de interiores, tanto del local de Rúa de las Flores como del nuevo de LX Factory, es sencillamente una pasada. No puede apetecer más quedarse allí a dejar pasar la tarde.

 

  1. Populi.-La Praça do Comercio es un verdadero espectáculo. Para mí una de las más bellas de Europa. Y ahora que han acabado las obras que la afeaban estos años atrás, mucho más. La Praça do Comercio ya luce en todo su esplendor, y no sólo ella, sino todo el tramo junto al Tajo que lleva desde allí hasta Cais do Sodre, que se ha convertido en un espacio disfrutónpara pasear, sentarse a contemplar las vistas, y hasta tomar el sol. El Populi es un restaurante elegantón y con terraza en la propia plaza, desde la que contemplar tanto el río como el icónico Arco da Rua Augusta. Tomarte allí un bellini es lo más parecido a tomáterlo en la propia Piazza de San Marco, en Venecia, como si estuvieses en la terraza del Florian. Bueno, igual exagero un poco, pero no está nada, pero nada mal. Muy recomendable, por cierto, el cótel que lleva el nombre del restaurante: Populi.

 

  1. Escadinhas de Sao Cristovao.-Ponerte a elegir entre escadinhas en la Alfama es realmente difícil. Cada vez que voy para allá, me afano en buscar callejuelas que se me escaparon en la última visita, o que no recuerdo, y en las que me pierdo a conciencia, de modo que cuanto más perdido estoy, más feliz me siento de no tener ni pajolera idea de dónde estoy. Todas las escandinhas de Alfama tienen un encanto especial, pero, quizás porque fueron un descubrimiento de este año, quiero referirme aquí a las de San Cristovao, que es verdad que tienen un sexy especial, por sus grafitis y sobre todo por su vida y su chispa, porque está lleno de gente joven, y porque allí te sientes con veinte años menos, sólo que sabiendo lo que ya sabes con cuarenta.

 

  1. Terraza de 9Hotel Mercy.-Discreta, pequeña, elegante, refinada, cautivadora. Maravillosamente desconocida, a pesar de estar en la propia rua da Misericordia, la rua donde están los asombrosos dorados del restaurante Tavares (hoy desgraciadamente perdido para la causa) y la también arrebatadora y nocturna terraza del Silk. Una terraza, esta del 9HotelMercy, para quedarte a vivir en ella. Para llevarte a tu chica y no dejar de mirarla.

 

Se me quedan muchas recomendaciones (muchos polvos) en el tintero, pero es que Lisboa es así: inagotablemente irresistible.