En realidad, los prefiero cuadrados o redondos según lo que lleven, pero, al efecto de lo que quiero contar, puedo decir que me gustan.

Es más, me ponen muchísimo. Me ponen como símbolo de una renovación que hacía mucha falta en la restauración sevillana.

Porque, sí, Sevilla necesitaba platos cuadrados, y camareros de negro, y gastrobares, y minúsculas raciones servidas sobre pizarra negra, incluso las inevitables hamburguesitas y los recurrentes tatakis de atún.

La restauración sevillana necesitaba todo eso, y sobre todo necesitaba diseño de interiores, ambientes confortables en los que apetezca estar y mirar, y llevarte a tu pareja, o a una amiga, con intenciones aviesas.

Sí, ya sé que en la muy rancia ciudad de Sevilla, lo que mola, y lo que tiene buena crítica, es decir lo que contrario, y alabar la pringue de la barra, y el serrín del suelo, y los aseos en los que hay que entrar de lado, y los camareros antipáticos, y la cocina de toda la vida, y la ración en plato redondo y por supuesto grande.

Grande siempre, ande o no ande.

>Dice el rancio sevillano que esta renovación estética y gastronómica se está cargando la singularidad de nuestra restauración, y que no hay derecho, vamos.

Y que ya hay que ser tonto-culo para ir a comer de mentira a uno de estos gastrobares.

Como si se comiera con la vista…

Y yo digo que por supuesto que sí, que se come con la vista, claro que se come con la vista.

Se come, se compra y hasta se hace el amor con la vista, faltaría más.

Uno va a un restaurante y come con la vista, y con el olfato, y el oído, y el tacto.

Y finalmente también con el gusto.

Pero no sólo con el gusto.

De modo que a Sevilla le hacía muchísima falta la renovación de aires –no sólo gastronómicos, sino de concepción de los espacios y del modelo de negocio y del modo de atención al cliente- que han traído sitios como La AzoteaDMercaoBarajas 20MechelaConTenedorTradevo o La Brunilda, en los que, entre otras cosas, te gusta entrar bien acompañado, que ya es mucho.

A mí me apetece entrar en estos nuevos locales, como me sigue encantando parar en la barra del Becerra y en la del Casablanca y en Bodeguita Romero, y sobre todo en la barra del Rinconcillo, pero, cada lugar tiene su momento y su punto, y su tipo de compañía.

Por lo visto, lo que pienso yo es lo que piensa mucha gente. Equivocada toda ella, naturalmente.

Me alegra, en suma, que por fin en Sevilla la cosa haya empezado a moverse en restauración.

Y aún creo que hace falta una renovación mayor.

Y desde luego una comunicación mayor de esos nuevos locales y espacios que se abren en Sevilla.

Porque es una pena que nuestra ciudad prácticamente no exista en los medios sobre life style que prescriben los nuevos sitios que descubrir en las ciudades españolas.

Barcelona, por ejemplo, está en boca de todos (y no sólo gastronómicamente).

Sevilla, en cambio, está fundamentalmente en boca de los sevillanos.

Y eso es así.