Un periódico es un desayuno perfecto. Es un croissantligeramente tostado por dentro, un poco de mantequilla, pan de centeno, mermelada, un café con poca leche y  muy caliente, un zumo y por supuesto el periódico. Es despertarse en un hotel con un periódico perfectamente doblado en tu puerta, y amanecer en la playa sin otra perspectiva que te apetezca más que desayunarte el periódico hasta apurar sus últimas palabras. Un periódico son dieciocho años de oficio, es una lectura precipitada y vertical al llegar a la oficina, un visto y no visto para estar al día y para ver si está lo que quieres que esté, y si está como quieres que esté. Un periódico es, a veces, la razón por la que trabajas, y el objetivo de tu trabajo, y fue sin dudarlo la razón y el objetivo por los que estudiaste cuando ingresaste en la Universidad.

Un periódico es tu principio, en toda la polisemia de la palabra principio, porque es tu origen y es tu fundamento, y hasta cierto punto tu norma, la norma que te impones todos los días de leer el periódico. Un periódico es el periódico del día y el periódico del día anterior que tu padre traía del hotel cuando nadie lo quería, y es la pila de periódicos perfectamente ordenados en la máquina de coser estropeada de tu abuela, cuando tu abuela vivía en la calle Pajaritos y tú ibas a su casa todos los viernes por la tarde al salir del colegio. Un periódico es un pobrecito hablador que se llamaba Mariano de Larra, y tus ganas de escribir como él, y el profesor que te mandó leerlo (Lacalle se apellidaba) cuando eras adolescente. Un periódico es la pequeña rebeldía de estudiar lo que tu padre no quería que estudiases, y es una carrera que no fue una carrera, sino un vagón de libros leídos, varias amistades, algunos profesores que sí lo fueron, y la mujer de tu vida, que lo fue enteramente y lo sigue siendo.

Un periódico es un verano de becario en Huelva, unos meses de prácticas con Lola Borrego en la televisión (que también es un periódico) y son las colaboraciones en El Correo de Andalucía de la mujer de tu vida cuando en la sección de local mandaba un tipo estupendo que se llama Paco Gil. Un periódico es Abc y es Antonio de la Torre, y es un Viernes de Dolores en el que te encuentras con Reyes Rocha y te dice que ha muerto. Un periódico es Antonio con Gloria en mi boda, en una iglesia de Jerez de los Caballeros, y son los dos desayunando migas al día siguiente en Zafra, felices como perdices. Un periódico son las llamadas que le hacías a Antonio cuando tenías dudas, son sus consejos, que no eran siempre lo que querías oír, y eres tú haciendo siempre lo que te decía, con una fe ciega, con veneración, sí, esa es la palabra, con veneración.

Un periódico es papel y es mucho más que papel, es lo que el papel lleva dentro y lo que tú llevas dentro, y es el enorme producto que soñaron e hicieron Florencio, Pavón y todo el equipo fundacional de Diario de Sevilla. Un periódico es la razón pero también el sentimiento, y es tu padre, el que no quería que fueras periodista y luego iba contándole a todo el mundo que lo eras. Sí, un periódico es tu padre y tus ganas de llorar, cuando te enseñó su carpeta con todas tus columnas en Abc de diez años perfectamente archivadas, como si las hubiese escrito Vargas Llosa, que también es un periódico.

Un periódico es emoción, compuesta de información y opinión, es el asombro por el hecho desconocido y el deslumbramiento por el estilo. Un periódico es una portada y, casi más para ti, una contraportada. Es Manuel Vicent en El País, e Ignacio Camacho cuando escribía en Diario 16, y tú comprabas Diario 16 sólo por leerlo a él. Y es Umbral en El Mundo, o sea.

Un periódico es gente que quieres mucho y firma en los periódicos, y no solo firma sino que vive de ellos. Un periódico es una cosa admirable y un montón de gente que admiras, y que escribe como escribirían los ángeles si estos se fueran de copas a cerrar los bares. Un periódico es lo que siempre quisiste ser y en realidad nunca has sido, es un deseo que nunca se te ha cumplido, y que quizás mejor que no se te cumpla nunca, para que nunca deje de ser eso, un deseo repleto de erotismo.

Un periódico es una cosa extremadamente sexy, porque no hay nada más sexy que una mujer leyendo un periódico, sobre todo si es una mujer como la que te estás imaginando. Es un fin de semana sin salir de casa, o saliendo solo para comprar el periódico, y es el periódico voluptuoso del domingo, repleto de suplementos satinados y modelos que están tan buenas que te hacen dudar de que existan.

Un periódico es el sábado y el domingo, y es el lunes y la vuelta a la oficina, con las columnas de Álvaro Ybarra y Manolo Contreras que nunca te pierdes, y con las crónicas que firma Antonio Félix y que solo te pierdes cuando pierde el Sevilla, porque tampoco es cuestión de martirizarse.  Un periódico son tus aficiones y tus gustos, y un espejo que te devuelve lo que eres, y que dice mucho de ti y de lo que te mueve, la política, el fútbol, el dinero, la tele, los libros, el sexo, tu ciudad, el arte, los pasatiempos, las relaciones internacionales, la tecnología, y si no te mueve nada, entonces es seguro que no te gusta ningún periódico.

Un periódico es tu retrato y tu biografía, es Manuela (todo es ella) y tus hijos,  tus padres y tus hermanos y toda la gente que quieres, que también lee periódicos. Un periódico es la crónica de tus días y la crónica de los días, es el pasado de la hemeroteca, el presente de los quioscos y el futuro de los dispositivos móviles. Un periódico es el futuro, un futuro en el que crees tanto como puedas creer en Dios, y con una fe que se le parece, que es un poco aspiración, un poco admiración y un poco devoción. Un periódico es un evangelio laico que, solo por el hecho de existir, ya anuncia un mundo mejor.

Un periódico es el mejor de los mundos posibles.

Y un mundo, un país o una ciudad sin periódicos es, sencillamente, algo que no te quieres ni imaginar.