En memoria de mi padre, que me dio la vida, la educación, los libros y las palabras, y me lo dio todo.
Sonríe, sí, esta Navidad, sonríe, mira a tus niños, míralos cuando estén jugando, míralos sin que te vean, y observa cómo mueven las manos y los ruidos que hacen con la boca, y cómo hacen pelear a sus muñecos unos contra otros, míralos y sonríe, y escúchalos también sin que se den cuenta cuando vayan por la calle conversando entre ellos, hablando de sus amigos del colegio, o poniéndose de acuerdo en la carta que les van a escribir a los Reyes Magos, o repartiéndose los turnos de la televisión y la tablet, o contándose muy bajito el último chiste o la última palabrota que han aprendido, o confesándose cuál es la niña de su clase que más les gusta, sí, estos días que vienen ahora, no dejes de mirar y escuchar a tus hijos, y sonríe, sonríe mucho, porque tendrás motivos.
Y si tienes cerca un bebé, una sobrinita pequeña por ejemplo, vuelve a sonreír, y mécela en tus brazos, y quédate embobado mirándola, y hazle todas las tonterías que se te ocurran, y cógele la manita, y quítale el chupete para verle bien la cara, y acaríciale el pelito, y trata de descubrir a quién se parece, aunque tú para eso seas nefasto, y sonríe, claro que sí, sonríe cuando ella sonría, y cuando se cabree, y cuando tenga hambre, y cuando ya no sepas cómo ponerla para que esté a gusto, tú sonríe siempre, mira a tu sobrina y mira a su madre, que tanto se parece a su hermana, y mira a su marido, espíalo sin compasión cuando esté solo con su bebé, o cuando él crea que está solo, míralo y sonríe.
En estos días próximos, sonríe cuando quedes con tus amigos, con los de la infancia y con los que hiciste luego en tu madurez, sonríe y vete a cenar con ellos o invítalos a tu casa, y abre la mejor botella de vino que tengas, y, si no tienes ninguna especialmente buena, ábrela de todos modos, y búrlate con ellos de lo malo que es el vino que les has abierto, búrlate del mundo, búrlate sobre todo de ti mismo, y tómate la vida a pitorreo, porque no hay otra forma mejor de tomársela, sobre todo cuando se está entre amigos, y cuando ya no puedas reírte más, para un rato, y tómate un tiempo para mirar lo que está pasando allí como si tú no estuvieras dentro, como si fueras un observador ajeno que contempla la escena, como si esa reunión de amigos sucediera en una película de la que tú eres el espectador, sí, haz eso, y medita si no tienes motivos para sonreír, y luego sonríe.
Y si vas de viaje, sonríe, y siéntete afortunado por ir de viaje, y por poder hacerte una foto delante de la Torre Eiffel, o delante del Big Ben, o delante de la catedral de Plasencia, aunque no las saques enteras, o te salgan torcidas, o desenfocadas, sonríe por tu torpeza con la cámara, o por tu pericia, sonríe si has salido guapo, y si has salido feo de narices sonríe más aún, y sobre todo sonríe por la mujer que te acompaña, que cada año está más atractiva, y más joven, y más inteligente, y más deslumbrante, porque la verdad es que tiene brillo, brillo en el pelo, brillo en los ojos, el brillo le sale por cada uno de los poros de su cuerpo, es una mujer tan increíble que casi te cuesta creértela, pero es real, así que sonríe.
Sonríe cuando vayas al trabajo, y te encuentres con la gente con la que te encuentras todos los días, y a las que habitualmente sólo les diriges palabras funcionales, palabras rudas y sin chispa que parecen sacadas de un manual de instrucciones, y renueva ese repertorio léxico, y sobre todo renueva tu mirada sobre ellos, y acuérdate de que algunos de ellos ya eran amigos antes de ser compañeros, e incluso lo siguen siendo después de ser compañeros, incluso de ser socios, y eso tiene un gran valor, joder que si lo tiene, ser amigo de tus socios y socio de tus amigos es casi un milagro, y es un regalo que la Navidad te viene haciendo cada año, así que sonríe, sonríeles a ellos y sonríete a ti mismo, porque eres muy afortunado.
Sonríe el día de la Lotería y, si no te toca el gordo, ponle un wasap a tu hermano mayor, que siempre fue ancho de inteligencia, cuerpo y corazón, y dile que el gordo te tocó con él, y recuerda cómo salías corriendo a abrazarlo cuando daban el número en la tele, y tú te echabas encima suya y le decías gritando como loco, me ha tocado el gordo, me ha tocado el gordo, me ha tocado el gordo, y él no se molestaba porque sabías que era tu forma de decirle que no lo cambiabas por todo el oro del mundo, acuérdate de él y acuérdate de todos tus hermanos, las cinco ramas del árbol que decía tu padre, y llama a tu madre, llámala todos los días ahora que vienen días más festivos y relajados, y ve a verla, y mírale sus ojos verdes, por Dios, qué ojos verdes, y sonríe.
Y si has perdido a tu padre, sonríe también, y si era un padre como no habrías podido soñar otro mejor, sonríe más aún, y recuérdalo tal como era, tal como fue en todas las etapas de tu vida y la suya, porque en todas fue un padre ejemplar, el mejor, para ti el mejor, y acuérdate cómo te dio una educación que no se podía permitir, y como se sacrificó para ello trabajando sábados y domingos y todos los meses de agosto hasta que se jubiló, y cómo a pesar de todo nunca se quejó de nada, y nunca se sintió triste, ni angustiado, ni agobiado, y si se sintió así, tú nunca lo viste, ni lo viste tampoco nunca llorar, bueno, sólo una vez, al final de sus días, una tarde, en el hospital, cuando se dio cuenta de que no podía sostenerse por sí mismo, sí, ese día viste cómo se le saltaron las lágrimas, viste su esfuerzo por contenerlas, y sobre todo viste su grandeza, qué grandeza por Dios, y qué espíritu de lucha, y qué ganas de vivir, y qué fortaleza de ánimo, y qué elegancia en todo y con todos, y qué buen humor en las situaciones más críticas, y qué dulzura en su mirada, y en cada uno de sus gestos, no, decididamente no es posible morir con mayor dignidad, ni con más clase, maqueado y perfumado hasta el final, así que sonríe, porque, si cuando eras adolescente Fran Cappra te enseñó en una película lo bello que es vivir, tu padre te ha enseñado que también puede ser bello morir, muriendo de cariño, muriendo de reconocimiento, muriendo de admiración, muriendo sin morirse, muriendo para vivir en el recuerdo de quienes vivieron a su lado hasta el final.
Así que, por todo lo que te he dicho, esta Navidad sonríe.
Sonríe, te lo digo en serio. O mejor, te lo digo sonriendo.
Sonríe.