Te admiro porque eres respetuoso y cumplidor con tus mayores, y leal y compañero con tus iguales. Porque nunca hablas mal de nadie y porque piensas que tus amigos son sagrados y son además para siempre. Porque eres ejemplo sin pretender serlo, y porque el conflicto te incomoda tanto que no sabes vivir en él.
Te admiro porque eres capaz de sufrir para que nadie sufra en tu entorno, y porque le das la razón a tu padre cuando tu madre dice que él tiene la culpa, y la razón a tu madre cuando tu padre dice que la culpa es de ella.
Te admiro por el disyuntor que llevas puesto en la boca, y que yo no me hubiera dejado colocar ni con anestesia, pero que tú, por sembrar paz, te dejaste poner y haces como que no te molesta.
Te admiro porque eres capaz de aceptar un castigo aun a sabiendas que es injusto y porque muchas veces te quedas callado cuando deberías hablar, y porque eres tonto cuando yo te digo que no seas tonto y que una cosa es ser bueno y otra es ser tonto, y porque sabes que, a veces, ser bueno significa pasar por tonto.
Te admiro por tu flexibilidad y tu adaptabilidad, porque estás abierto a la novedad, sin dejar de tener muy claro lo que te gusta y lo que no, y en general por lo claro que lo ves todo, y por el buen gusto que tienes, y porque tu madre prefiere consultarte a ti antes que a mí cuando se prueba cualquier cosa.
Te admiro porque tienes criterio.
Te admiro por tu carisma y por tu creatividad, y por tus dibujos, por tus monstrit y por los zorros astutos que dibujabas con cuatro años, y por tus historias fantásticas, tan en las antípodas de lo que a mí me gusta y sin embargo tan cautivadoras para los niños que te siguen.
Te admiro por los niños que te siguen, y sobre todo por el hermano que te sigue, y que manifiesta sin pudor que te quiere más a ti que a sus padres, el muy bribón. Te admiro por los juegos que te inventas, y por las reglas de los juegos que te inventas, y que tus amigos respetan.
Te admiro por cómo empleas tu tiempo libre en actividades que casi siempre tienen que ver con inventar algo nuevo. Porque rara vez te he escuchado decir que estás aburrido, y porque con doce años ya has sido escritor, dibujante, actor, presentador, cantante, futbolista, bloguero y hasta prestidigitador.
Te admiro porque nunca me has pedido una play, o como se llame eso con lo que los niños juegan, y porque lees casi todas las noches antes de dormir, y porque te encanta ir a la Beta de al lado de casa, y decir conmigo lo bien que huelen los libros nuevos.
Te admiro porque nunca pides nada, y porque siempre te parece que las cosas valen más de lo que deberían valer para que tú quisieras comprarlas.
Te admiro por las operaciones de oído que superaste cuando eras tan pequeño, y por cómo se te dan los idiomas a pesar de ese oído con el que oyes sólo la mitad. Te admiro porque has sido capaz de aguantar toda la infancia sin sumergirte en el agua y sin quejarte nunca por no poder hacerlo.
Te admiro por tu sentido del deber y tu espíritu de superación, y porque vas a francés sin protestar el viernes, cuando estás reventado de cansancio y es lo último que te apetece hacer.
Te admiro porque cuando voy al colegio siempre hay alguien que me dice algo bonito de ti, y encima piensa equivocadamente que yo tengo algo que ver. Porque tus profesores valoran lo mucho que contribuyes a tu grupo y porque eres capaz de ponerte a la altura de compañeros más inteligentes que tú.
Te admiro porque no has perdido la capacidad de ruborizarte como un niño, ni de llorar como un niño cuando un adulto te llama la atención, y porque cuando lloras, que lloras muy poco, lloras de verdad.
Te admiro porque con doce años sigues siendo un niño, y sin embargo tan maduro como para confiar en ti mucho más de lo que confiaría en cualquier otro adulto.
Te admiro por ser como eres, y porque eres mucho mejor que tu padre.
Te admiro porque, cuando tu madre dice que eres especial, yo me lo creo con ella.
Y porque eres realmente extraordinario