A mis hijos Jesús y Miguel, que son lo que más quiero en el mundo.
Un libro es la tierra prometida. Es el verano y la playa, una toalla y una puesta de sol. Un libro es una conversación inteligente y ese lugar al que siempre regresas con tu mejor amigo. Es cada noche después del trabajo y tu compañera desnuda en la cama, que también lee un libro. Un libro son las mejores vacaciones que nunca pasaste en tu vida, la biblioteca que te legó tu padre, y una estantería repleta de volúmenes en permanente desorden. Un libro es una colección huérfana de libros que perdiste por dejarlos y por tonto, son tus lecturas, y tus ganas de crear, el papel que huele a libro, y el papel que te hace estornudar cuando es un libro viejo. Un libro son las vidas de otras personas y es también tu vida. Es lo que te gustaría escribir, lo que siempre pensaste y lo que nunca has pensado, un descubrimiento y una confirmación. Un libro es una lección de estilo y es ser muy hombre, un libro puede valer un polvo y a veces es mejor que un polvo. Es el primer sueño, y lo que te hace perder el sueño. Una trama con personajes o unos personajes sin trama, una acción que pasa dentro o fuera de los protagonistas que la viven, y que pasa siempre dentro de ti y a veces también fuera. Un libro es ritmo, siempre ritmo, tu-ta, tu-tu-tu-ta, y es tu mejor compañero de baile. Es el tango que te gustaría saber bailar para impresionar a una mujer, y el partido decisivo que te gustaría haber jugado con tu equipo, con el estadio hasta arriba y toda la afición coreando tu nombre. Un libro es una juerga de muy padre y señor mío, una borrachera de narices y una resaca de mil demonios. Es la razón por la que eres periodista, o por la que querías serlo, y quizás algún día sea también la única razón por la que seguir viviendo. Es la compañía y al mismo tiempo la soledad, son voces y silencios, y un beso en los labios, en cualquiera de ellos. Un libro es todo el erotismo, y es una mujer que se te ofrece, para que la poseas sin remilgos. Un libro son sus páginas dobladas por ti, o no, sus frases subrayadas por ti, o no, y tus anotaciones, o no. Un libro es lo que tú quieres que sea, y lo que tú quieras, bien estará. Un libro es el primer regalo cuando no sabes bien qué regalar, y el último cuando ya lo sabes todo sobre ella. Un libro es la razón y la demencia, es el estudio y la obligación, y es el pasar de todo por leer un libro. Un libro puede ser un tocho y puede ser un suspiro, y también puede ser ambas cosas cuando lo escribe Víctor Hugo. Un libro es Cervantes, y Oscar Wilde, y Stendhal, y Dashiell Hammett, y García Márquez, y Vargas Llosa, y Tom Wolfe, y Tomas Mann, y Sábato, y Sampedro, y Delibes, y Balzac, y Dumas, y Tolstoi, y Philip Roth y ese tío que firma como Benjamin Black y que no vas a mirar su nombre en Internet porque con cuarenta ya no tienes necesidad de aparentar lo que no sabes, y además te importa un bledo. Un libro es tu socio y amigo del alma Daniel Ruiz. Un libro son los autores que te hicieron felices en un verano en la playa, pero también en una primavera en el parque, tumbado sobre el vientre de tu amada. Un libro es calor y es fresco, es humedad y tibieza, y huele a mar, o a césped, y al perfume de ella. Un libro es una caricia en el pelo, y una voz que te susurra al oído cosas que no importan porque lo que importa o es el libro o es ella. Un libro es una hemorragia de palabras que solo cicatriza cuando lo lees, y que a veces no se cierra nunca, y es el tratamiento a la patología de leer, que es un tumor benigno y sin cura. Un libro es un paseo y son los paseos de libros que has leído, un patio con una fuente y un alcázar de ideas sin murallas. Un libro es prosa y es verso, para mí más prosa que verso, y mejor si es prosa dura y es rock & roll, una novela gamberra y desgreñada, con tías que calzan tacones, gastan vaqueros ajustados, y te ponen a cien cuando enseñan el comienzo de sus tetas. Un libro es una hermandad, la hermandad de los que leen, que no es una hermandad de penitencia, sino de placer, el placer de leer para creer y también de leer para descreer. Un libro es una oportunidad de callarse, y de no meter la pata en el face, una vacuna contra la tentación de querer opinar de todo, y de saber de todo, y de exhibirlo todo, un antídoto contra el cotilleo, y el wassap y otras formas necias de perder el tiempo.
Un libro es tu tiempo, y tus tiempos se miden por libros. Un libro es tu infancia, son Los cinco y Asterix, los Tres detectives y el Lazarillo de Tormes, las historietas de Agatha Chistie y Arthur Conan Doyle. Un libro son tus primeras erecciones y el descubrimiento de la palabra adulterio, y la primera introspección seria de tu adolescencia, y el protagonista de Rojo y Negro en el que tantas cosas tuyas viste, y que en realidad estaban -y están- en ti, porque son rasgos universales de la condición humana, aunque tú entonces no lo sabías. Un libro son tus dieciocho años y es una excusa tan buena como otra cualquiera para acercarte a la tía que te gusta y para tratar de metértela en el bote y en la cama. Un libro es un descapotable contigo dentro, un invento que te hace sentir James Bond y el rey del mambo, o un intelectual del copón, Humprey Bogart con gabardina y Paul Newman jugando al billar. Un libro es la pera y eres tú sintiéndote como tal. Un libro es tu madurez y las ganas de parar en casa, en noches de viernes tranquilas y redescubiertas, y tardes de domingo de no hacer nada salvo leer y leer. Un libro son tus hijos y las lecturas que hiciste con ellos cuando aprendieron a leer, y cuando se iban a la cama, y cuando no se iban pero tú querías que se fueran. Un libro eres tú ahora con tus hijos, por qué no dejas la tele y lees un poco, por qué no coges un libro y así te aburres menos, por qué no serás menos plasta con los libros, si tu padre fue igual de pesado y tú no te pusiste a leer hasta que no te dio la gana. Un libro es tu hoy, y esperas que sea tu mañana, cuando cada día se parezca más a un tiempo que se agota, a una vela a punto de apagarse, a un libro a punto de llegar a su fin. Un libro quizá sea entonces nostalgia más que esperanza, y tristeza más que alegría, y derrota más que victoria. Pero, si es una derrota, un libro es siempre una derrota con clase y con grandeza, un acontecimiento en tu vida que te hace más digno, y más justo, y más libre. Un libro es y será siempre la libertad de tu alma y un hombre con un libro es y será siempre un hombre libre. Un libro son miles de momentos de tu vida que quizás no te han hecho ni más sabio, ni más culto ni más poderoso (a lo peor ni te han hecho ligar más), pero que te han permitido conocerte mejor y ser mucho más como tú eres. Un libro no es lo que tus hermanos, o tus amigos, o tus colegas de trabajo piensan de ti. Un libro es lo que tú piensas de ti mismo. Un libro eres tú y si no has leído muchos libros es que nunca has pensado mucho sobre ti y quizá sobre nada. Un libro son solo palabras y mucho más que palabras. Un libro es tu palabra. Y bien sabido es que un hombre vale, lo que vale su palabra
A mis hijos Jesús y Miguel, que son lo que más quiero en el mundo.
Un libro es la tierra prometida. Es el verano y la playa, una toalla y una puesta de sol. Un libro es una conversación inteligente y ese lugar al que siempre regresas con tu mejor amigo. Es cada noche después del trabajo y tu compañera desnuda en la cama, que también lee un libro. Un libro son las mejores vacaciones que nunca pasaste en tu vida, la biblioteca que te legó tu padre, y una estantería repleta de volúmenes en permanente desorden. Un libro es una colección huérfana de libros que perdiste por dejarlos y por tonto, son tus lecturas, y tus ganas de crear, el papel que huele a libro, y el papel que te hace estornudar cuando es un libro viejo. Un libro son las vidas de otras personas y es también tu vida. Es lo que te gustaría escribir, lo que siempre pensaste y lo que nunca has pensado, un descubrimiento y una confirmación. Un libro es una lección de estilo y es ser muy hombre, un libro puede valer un polvo y a veces es mejor que un polvo. Es el primer sueño, y lo que te hace perder el sueño. Una trama con personajes o unos personajes sin trama, una acción que pasa dentro o fuera de los protagonistas que la viven, y que pasa siempre dentro de ti y a veces también fuera. Un libro es ritmo, siempre ritmo, tu-ta, tu-tu-tu-ta, y es tu mejor compañero de baile. Es el tango que te gustaría saber bailar para impresionar a una mujer, y el partido decisivo que te gustaría haber jugado con tu equipo, con el estadio hasta arriba y toda la afición coreando tu nombre. Un libro es una juerga de muy padre y señor mío, una borrachera de narices y una resaca de mil demonios. Es la razón por la que eres periodista, o por la que querías serlo, y quizás algún día sea también la única razón por la que seguir viviendo. Es la compañía y al mismo tiempo la soledad, son voces y silencios, y un beso en los labios, en cualquiera de ellos. Un libro es todo el erotismo, y es una mujer que se te ofrece, para que la poseas sin remilgos. Un libro son sus páginas dobladas por ti, o no, sus frases subrayadas por ti, o no, y tus anotaciones, o no. Un libro es lo que tú quieres que sea, y lo que tú quieras, bien estará. Un libro es el primer regalo cuando no sabes bien qué regalar, y el último cuando ya lo sabes todo sobre ella. Un libro es la razón y la demencia, es el estudio y la obligación, y es el pasar de todo por leer un libro. Un libro puede ser un tocho y puede ser un suspiro, y también puede ser ambas cosas cuando lo escribe Víctor Hugo. Un libro es Cervantes, y Oscar Wilde, y Stendhal, y Dashiell Hammett, y García Márquez, y Vargas Llosa, y Tom Wolfe, y Tomas Mann, y Sábato, y Sampedro, y Delibes, y Balzac, y Dumas, y Tolstoi, y Philip Roth y ese tío que firma como Benjamin Black y que no vas a mirar su nombre en Internet porque con cuarenta ya no tienes necesidad de aparentar lo que no sabes, y además te importa un bledo. Un libro es tu socio y amigo del alma Daniel Ruiz. Un libro son los autores que te hicieron felices en un verano en la playa, pero también en una primavera en el parque, tumbado sobre el vientre de tu amada. Un libro es calor y es fresco, es humedad y tibieza, y huele a mar, o a césped, y al perfume de ella. Un libro es una caricia en el pelo, y una voz que te susurra al oído cosas que no importan porque lo que importa o es el libro o es ella. Un libro es una hemorragia de palabras que solo cicatriza cuando lo lees, y que a veces no se cierra nunca, y es el tratamiento a la patología de leer, que es un tumor benigno y sin cura. Un libro es un paseo y son los paseos de libros que has leído, un patio con una fuente y un alcázar de ideas sin murallas. Un libro es prosa y es verso, para mí más prosa que verso, y mejor si es prosa dura y es rock & roll, una novela gamberra y desgreñada, con tías que calzan tacones, gastan vaqueros ajustados, y te ponen a cien cuando enseñan el comienzo de sus tetas. Un libro es una hermandad, la hermandad de los que leen, que no es una hermandad de penitencia, sino de placer, el placer de leer para creer y también de leer para descreer. Un libro es una oportunidad de callarse, y de no meter la pata en el face, una vacuna contra la tentación de querer opinar de todo, y de saber de todo, y de exhibirlo todo, un antídoto contra el cotilleo, y el wassap y otras formas necias de perder el tiempo.
Un libro es tu tiempo, y tus tiempos se miden por libros. Un libro es tu infancia, son Los cinco y Asterix, los Tres detectives y el Lazarillo de Tormes, las historietas de Agatha Chistie y Arthur Conan Doyle. Un libro son tus primeras erecciones y el descubrimiento de la palabra adulterio, y la primera introspección seria de tu adolescencia, y el protagonista de Rojo y Negro en el que tantas cosas tuyas viste, y que en realidad estaban -y están- en ti, porque son rasgos universales de la condición humana, aunque tú entonces no lo sabías. Un libro son tus dieciocho años y es una excusa tan buena como otra cualquiera para acercarte a la tía que te gusta y para tratar de metértela en el bote y en la cama. Un libro es un descapotable contigo dentro, un invento que te hace sentir James Bond y el rey del mambo, o un intelectual del copón, Humprey Bogart con gabardina y Paul Newman jugando al billar. Un libro es la pera y eres tú sintiéndote como tal. Un libro es tu madurez y las ganas de parar en casa, en noches de viernes tranquilas y redescubiertas, y tardes de domingo de no hacer nada salvo leer y leer. Un libro son tus hijos y las lecturas que hiciste con ellos cuando aprendieron a leer, y cuando se iban a la cama, y cuando no se iban pero tú querías que se fueran. Un libro eres tú ahora con tus hijos, por qué no dejas la tele y lees un poco, por qué no coges un libro y así te aburres menos, por qué no serás menos plasta con los libros, si tu padre fue igual de pesado y tú no te pusiste a leer hasta que no te dio la gana. Un libro es tu hoy, y esperas que sea tu mañana, cuando cada día se parezca más a un tiempo que se agota, a una vela a punto de apagarse, a un libro a punto de llegar a su fin. Un libro quizá sea entonces nostalgia más que esperanza, y tristeza más que alegría, y derrota más que victoria. Pero, si es una derrota, un libro es siempre una derrota con clase y con grandeza, un acontecimiento en tu vida que te hace más digno, y más justo, y más libre. Un libro es y será siempre la libertad de tu alma y un hombre con un libro es y será siempre un hombre libre. Un libro son miles de momentos de tu vida que quizás no te han hecho ni más sabio, ni más culto ni más poderoso (a lo peor ni te han hecho ligar más), pero que te han permitido conocerte mejor y ser mucho más como tú eres. Un libro no es lo que tus hermanos, o tus amigos, o tus colegas de trabajo piensan de ti. Un libro es lo que tú piensas de ti mismo. Un libro eres tú y si no has leído muchos libros es que nunca has pensado mucho sobre ti y quizá sobre nada. Un libro son solo palabras y mucho más que palabras. Un libro es tu palabra. Y bien sabido es que un hombre vale, lo que vale su palabra