Una madre es una afirmación, la mayor de las afirmaciones, un sí absoluto y sin condiciones, la aceptación de lo que eres, y de como eres, pero sin resignación, con orgullo, con denominación de origen, convencido de que eres increíble, de que eres único, de que no hay nadie como tú, una madre es un espejo en el que siempre puedes mirarte sin complejos, porque siempre te devuelve la mejor versión de ti mismo, incluso físicamente, y si estás más gordo ella te ve estupendo, te ve más recuperado, te ve maravilloso, es un espejo mágico que te dice que ahí fuera no los hay más guapos, una madre no es perfecta, ni falta que hace, porque para ella el perfecto eres tú.

Una madre es la alegría de verte siempre, a cualquiera hora y en cualquier situación, y es la dedicación que no espera nada a cambio, la entrega silenciosa, que es esfuerzo pero no sacrificio, porque es pasión, pasión por los hijos, y es una generosidad tan desbordante que a veces te inunda, son madrugones y noches que se pasan en blanco por ser madre, y casi siempre la primera compañía en la mañana y la última de la noche cuando eres pequeño, es la voz que te acariciaba al despertarte y la que te arrullaba para ir a dormir, son dos manos calentitas poniéndote los calcetines cuando estás saliendo de la cama, y un montón de advertencias preocupadas antes de bajar a la calle: abrígate bien, desayuna algo, coge el paraguas, no te olvides tus cosas, pórtate bien, dale la mano a tu hermano cuando cruces la calle y sobre todo dame un beso antes de irte.

Una madre es un beso, un montón de besos, y es tu afectividad, y el cariño que vas dando, que es el que te dio tu madre, son sus abrazos y los tuyos, y la manera de proteger con las manos, y de acariciar el pelo, o de decir te quiero, una madre es lo que tú eres ahora, tu forma de ser, tu educación, incluso tus buenas maneras, una madre es la persona más influyente en tu vida, y en la vida de todas las vidas del mundo, una madre es el mayor himno a la paz que nunca jamás podrá escribirse, que no es Imagine, no es de John Lennon, no son cientos de velas encendidas, ni palomas lanzadas al cielo, el mayor himno de paz que existe es una madre con su hijo, y son los ojos con los que lo mira.

Una madre es sagrada como el amor y es lo máximo que se puede ser en la vida, una cumbre a la que se escala aún joven, y que ya te eleva para el resto de tus días, porque te aporta otra perspectiva, a veces más lejana y a veces más cercana, depende de para qué, pero siempre más certera, la perspectiva exacta de la importancia de las cosas, y del tiempo que necesita cada cosa, y por eso una madre es tiempo con sus hijos, tiempo real, tiempo efectivo, tiempo dedicado, tiempo regalado, tiempo para escuchar y tiempo para ayudar en los deberes, tiempo para llevar al médico, tiempo para todo, tiempo milagrosamente sacado del tiempo que no existe.

Una madre es un milagro y, en mi caso, es Milagros, son dos ojos verdes, y es un piropo constante en mi boca cuando era pequeño, y una foto en el salón de un tío afortunado, mi padre, casándose con ella, cuando ella todavía no era una madre, sino un deslumbramiento, una actriz rubia como sacada de Hollywood, parecida a Ingrid Bergman, sólo que infinitamente más bella.

Una madre es mi madre, porque madre no hay más que una.