Lisboa. Hace tres veranos que no la veía, y la he encontrado como nunca, o sea, como siempre: cambiante y descuidadamente interesante. Como esas mujeres que son tan guapas que lo disimulan un poco, lo que las hace si cabe más irresistibles. En este post diez hot spots donde (y para) escribirle un poema (otros diez ya los dejé recomendados aquí).
- La terraza del Palacio Verride.- Si el dinero no formara parte de la ecuación de las preocupaciones vitales, este hotel sería la elección para alojarse en Lisboa: por su situación (junto al mirador de Santa Catalina, en el Bairro Alto), y por su majestuosidad y su exquisita rehabilitación. Pero el Palacio Verride tiene un tesoro escondido (milagrosamente poco promocionado) que sí está al alcance de todos los bolsillos. Se trata de su terraza (rooftop) con vistas deslumbrantes de todo Lisboa, y cuando digo deslumbrantes quiero decir para caerse de espaldas: probablemente las más espectaculares de toda la ciudad, incluidos miradores públicos tan imponentes como el de San Pedro de Alcántara, Santa Lucía y un etcétera muy largo. Es una opinión, naturalmente, pero solo puedo agregar que, días después, sigo con la boca abierta. En la terraza se puede tomar una copa y se puede también comer de forma informal (ensaladas, pastas, hamburguesas…). Hay un consumo mínimo de cinco euros que te piden por adelantado en la recepción del hotel (ningún dinero mejor anticipado). Una planta por debajo de la terraza (y con vistas igualmente deslumbrantes) se encuentra el restaurante Suba, al que pienso subir en mi próxima visita a Lisboa. Ya puestos a los juegos de palabra fáciles, aquí va otro: el Suba tiene pinta de provocar un subidón. Una última recomendación: lleguen antes de la puesta de sol.
- El Topo Chiado.- El Convento do Carmo es un antiguo templo gótico derruido tras el terremoto de 1755, y todo lo que le rodea, en el Chiado, incluyendo la animadísima plaza que tiene detrás, es una de los espacios más fascinantes de la ciudad. Y ahora muchísimo más, después de la completa rehabilitación de los espacios públicos situados justo debajo de las ruinas del Convento. Allí es donde se localiza El Topo Chiado (no confundir, con el Topo a secas, que está en la última planta de un centro comercial en la plaza de Martim Moniz): un espacio molón en el que tomarse una Sagres bien helada o un Campari (también se puede picar algo) mientras disfrutas de unas apabullantes vistas sobre el Castillo, la Alfama y la parte alta del mítico ascensor de Santa Justa, prácticamente enfrente.
- Paseo ribeirihno desde el MAAT a Belém.- Ahora los casi siete kilómetros que van desde Cais de Sodré hasta Belém son paseables, y no solo son paseables sino que representan la manera más disfrutona (y sana) de llegar hasta la famosa torre, sobre todo para aquellos que disfrutamos andando. Podría decirse que aquí se cumple el tópico (tan ajustado a la verdad, casi siempre) de que lo importante no es la meta, sino el camino. Lo mejor de este paseo es todo, pero lo mejor de lo mejor es el tramo junto al espectacular MAAT (Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología). Es decir, todo el paseo que se inicia tras la Doca de Santo Amaro y llega al Monumento de los Conquistadores, con una parada obligada en el mencionado Museo, y en su cubierta/mirador hacia el Tajo.
- Palacio do Chiado.- En la Rúa do Alecrim, una de mis favoritas de Lisboa, por las vistas que ofrece sobre el Tajo en su descenso desde la Plaza Luis de Camoes, se erige el Palacio Chiado, que ha sido reformado como un espacio ecléctico de restauración con cuatro salones diferenciados y cuatro o cinco propuestas culinarias diferentes de un corte informal. La peculiaridad es que las cartas no se asocian a ninguno de los espacios en concreto, e incluso puedes mezclar platos de los distintos menús. Resultan más que recomendables los salones de arriba, entre otras razones para no perderse las monumentales escaleras que te llevan a ellos. Uno de ellos es una deliciosa zona de bar con una enorme barra en forma rectangular y balcones donde sitúan mesas y sillas altas con vistas a la rúa y a la plaza que tiene enfrente.
- Terraza del Memmo Principe Real.- Otro hotel para alojarse si uno puede permitirse el lujo de no pensar en el bolsillo (siempre hay alguna vez en la vida en que uno puede permitirse ese lujo). Abierta a todo el visitante dispuesto a dejarse seducir por sus vistas, en la terraza de este hotel uno puede pasar la tarde tomando un café (que acompañan con unas deliciosas trufas en aceite y sal: un descubrimiento) o una copa de vino blanco, o incluso un cóctel sin alcohol (hay gente para todo), mientras observa al tiempo las excentricidades de la gente guapa que va y viene del hotel. Un poco más arriba, más popular y más étnica, la terraza del Lost Inn tiene vistas parecidas, e incluso mejores. Un sitio ideal para un almuerzo ligero y para una pausa antes o después de visitar los comercios de la Embaixada.
- Yakuzza First Floor. Pasada la plaza del Príncipe, en la Rua da Escola Politécnica, llegando casi a Rato, se encuentra este restaurante japonés, uno de los más recomendables de Lisboa, según foros y portales especializados. Los precios de la carta son bastante altos, pero al mediodía ofrecen un menú más que asequible, con un variado de sushi exquisito. Me gustó mucho el jardín trasero, así como la zona de barra que da al jardín. Atención a los maravillosos techos de ese salón.
- Largo dos Trigueiros.- Hay unas calles de la Moraira, ya lindando con San Cristovao, que tienen un sabor especial y cuyo epicentro es Largo dos Trigueiros, donde tiene su estudio la artista Camila Watson, que lleva quince años imprimiendo sobre las paredes los retratos de las gentes del barrio. Merece la pena pasear sin prisa por estas calles, e incluso detenerse para tomar algo en cualquier sitio o simplemente sentarse en un banco para respirar la atmósfera. El paseo puede concluir en el Zambezé, del que ya dije todo lo que tenía que decir, o en Chapito, del que no diré nada porque es tan conocido que hay que armarse de paciencia para encontrar mesa. Una pena, porque este circo/teatro/restaurante no puede ser más singular, pero no hay casi nada en el mundo que merezca esperar una cola, ese epítome de la vulgaridad.
- Casa do Príncipe.- Es un bed and breakfast con precios de hotel de gama media y suites fastuosas donde te sentirás como un rey (o una reina). Nosotros nos alojamos en la habitación verde (palace suite): techos de más de cuatro metros de altura, dos balcones impresionantes con vistas a la plaza del Príncipe, una cama maravillosamente cómoda para todo lo importante (incluido dormir), preciosas escayolas en paredes y techos, y baño correcto pero interior. El desayuno se sirve en una habitación de paredes y techos igualmente deslumbrante, aunque sin balcones. Muy ricos los bollos dulces. En resumen, una opción muy interesante para todos aquellos que no den mucha importancia a las zonas comunes de un hotel (aquí -literalmente- la zona común es un pasillo). Está en una primera planta, a la que se accede subiendo una preciosa escalera de madera en forma de caracol o subiendo en un ascensor poco apto para aprensivos a los espacios pequeños.
- Plaza de las Flores.- No esperen encontrar nada especial, porque no lo hay, simplemente tiene un ángel que es difícil de explicar. Quizás es que sea un remanso de paz en pleno centro, quizás es que sea más frecuentada por los lugareños que por los turistas, quizás son sus colores tan vistosos. Un buen amigo mío me pasó una recomendación que tengo guardada para la próxima visita: un restaurante sin pretensiones pero con una terraza encantadora y un nombre que no lo es menos: Pao da Canela.
- Calçada da Gloria. Los dos elevadores más conocidos de Lisboa son el de Bica y el de Gloria. Mi recomendación es hacer las dos calzadas que los transitan no en los respectivos ascensores (colapsados de turistas), sino caminando y parándose para ver los grafitis que los recorren, muy especialmente, el de la Calçada de Gloria, y sus calles aledañas. Una verdadera apoteosis de arte urbano, como lo son también las calles que suben al Jardín do Toral, que ya recomendé aquí.
Finalizo estas líneas con una jubilosa expectativa. La Plaza Luis de Camoes luce mucho menos ahora pero por una buena causa: la (muy esperada) puesta al día del hotel Bairro Alto, que tan importante ha sido para la promoción internacional de Lisboa y de su barrio más cool, y de cuya terraza soy devoto (aunque me temo que tras la restauración será aún más difícil acceder a ella). La conclusión de su reforma está prevista para 2019, y ese es un acontecimiento que por sí solo puede justificar una visita a Lisboa.